En el
Aniversario de la Invasión a Irak, Greenpeace
pide una solución diplomática a la
crisis Iraní
20 marzo 2006 - Santiago, Chile
— Con un lienzo de 9 metros instalado durante todo
el día en el puente peatonal sobre el río
Mapocho, Greenpeace rememoró los 3 años
de la invasión a Irak, y advirtió
sobre las amenazas de conflictos latentes, derivados
de la pugna mundial por el armamento nuclear.
Desde que hace tres años
los Gobiernos de Estados Unidos y Reino Unido lanzaron
unilateralmente la invasión de Irak, la inestabilidad
en Oriente Medio se ha incrementado y ha quedado
demostrado una vez más que la violencia no
es solución para los problemas de la región.
Aún así, la comunidad internacional
no descarta ahora resolver la crisis del programa
nuclear iraní mediante la fuerza. Greenpeace
rechaza cualquier posible solución militar
y exige una respuesta multilateral, diplomática
y pacífica, en el marco de una estrategia
general para la paz. También reclama que
se inicien cuanto antes negociaciones para hacer
de Oriente Medio una zona libre de armas nucleares
y energía nuclear.
Greenpeace se opone a la guerra,
a las armas nucleares y a la energía nuclear
en Irán y en todo el mundo. El programa de
Irán y la situación de Oriente Medio
deben abordarse por vías multilaterales y
negociadas, dirigidas a la paz y la estabilidad.
Un punto clave sería crear una zona libre
de armas y energía nuclear. Pero a su vez,
EE UU y las demás potencias nucleares deben
dar pasos concretos para destruir sus arsenales.
Es urgente un retorno al multilateralismo y al respeto
al Derecho Internacional.
La guerra de Irak fue ilegal y
sus justificaciones se han demostrado mentiras.
Ni el régimen de Sadam Husein tenía
armas de destrucción masiva, ni conexiones
con Al Qaeda o los atentados del 11-S. El objetivo
de liberar a los iraquíes de un régimen
dictatorial y usar Irak como modelo para Oriente
Medio ha chocado con la resistencia a la ocupación,
que crece cada día. La invasión ha
tenido un efecto brutal sobre la población
iraquí y ha provocado un aumento de la inestabilidad,
del terrorismo (según reconocen los propios
servicios de inteligencia estadounidenses) y el
debilitamiento del sistema multilateral basado en
el Derecho Internacional y la Carta de Naciones
Unidas.
La doctrina de las “guerras preventivas”, los dobles
raseros aplicados a distintos países (por
ejemplo, la transferencia de tecnología nuclear
a la India o la tolerancia ante el programa israelí),
el militarismo de Estados Unidos y otros Gobiernos,
y el desarrollo de nuevas armas nucleares en Estados
Unidos y Reino Unido, están agudizando la
inseguridad internacional y minan los esfuerzos
hacia el desarme y la no proliferación.
Con la invasión de Irak,
EE UU lanzó a los países del “eje
del mal” (Irak, Irán y Corea del Norte) el
mensaje de que tener armas de destrucción
masiva proporciona mayor seguridad frente a un ataque
internacional. Washington invadió Irak porque
no las tenía, mientras negociaba con Corea,
que tiene armas nucleares. Ahora es Irán
quien reclama su derecho a tener un programa nuclear.
Nadie ha probado de momento que quiera fabricar
armas y el Gobierno de Teherán asegura que
su programa sólo pretende producir electricidad.
Tampoco, de momento, ha hecho nada ilegal en el
marco del Tratado de No Proliferación, del
que es miembro, y aunque ése fuera su propósito,
tardaría de cinco a diez años en obtener
un arma nuclear. Sin embargo, Washington le acusa
de ser una de las principales amenazas a la paz
mundial y ha logrado que el caso llegue al Consejo
de Seguridad de la ONU, que tiene en su mano imponer
sanciones o tomar medidas más drásticas.
Greenpeace considera necesario
que Teherán abandone su programa y haga un
esfuerzo para convencer al mundo de sus intenciones
pacíficas. Al mismo tiempo, las potencias
nucleares deben comprometerse con el desarme. Es
preciso un esfuerzo de todas las partes para frenar
la escalada retórica y abordar de forma global
la inestabilidad en Oriente Medio. Las lecciones
de Irak deben estar muy presentes.
LA INVASIÓN DE IRAK EN
CIFRAS
Muertos. Las estimaciones más
conservadoras señalan que han muerto 40.000
civiles iraquíes bajo la ocupación.
Otras fuentes, como la revista médica The
Lancet, elevó la cifra hasta 100.000 en octubre
de 2004. Además han muerto más de
2.500 soldados de la coalición (2.300 de
ellos, estadounidenses) y más de 16.000 han
resultado heridos.
La reconstrucción. No se
han reestablecido los servicios sociales básicos,
las violaciones de los derechos humanos han aumentado
y los indicadores socioeconómicos continúan
retrocediendo.
Al borde de la guerra civil. El
proceso político diseñado por los
ocupantes, en el que las comunidades chií,
suní y kurda compiten por el poder, ha inflamado
la violencia sectaria y situado al país al
borde de una guerra civil.
Resistencia en aumento. En noviembre
de 2003 el número de integrantes de la resistencia
se calculaba en 5.000; hoy se estima en unos 20.000.
Bombardeos y ataques aéreos.
El temor a la insurgencia ha llevado a los ocupantes
a replegarse en sus acantonamientos y aumentar el
número de bombardeos y ataques aéreos
sobre ciudades, con un incremento de las víctimas
civiles. El rechazo de los estadounidenses a la
presencia de sus tropas y la posible retirada de
una parte de ellas hará más frecuente
este tipo de estrategia.
Retroceso del Derecho. EE UU ha
utilizado armas prohibidas, como el fósforo
blanco para bombardear Faluya en noviembre de 2004,
y tácticas como las detenciones masivas e
indiscriminadas y la tortura (no sólo en
Guantánamo o Abu Ghraib, sino en centros
de detención secretos en Irak, Afganistán
y otros lugares).
Costes astronómicos. El
coste de las operaciones militares ha superado hasta
el momento los 300.000 millones de dólares
(unos 5.900 millones de dólares al mes durante
el año 2005) y se calcula que su importe
total superará el billón de dólares.
Esta cifra equivale al Producto Interior Bruto (PIB)
anual de países como Canadá o España.
En 1975 las potencias nucleares
del mundo acordaron deshacerse de sus arsenales
y evitar que nuevos países se hicieran con
armas nucleares. Casi 30 años después
las promesas no se han cumplido y la amenaza sigue
siendo real: varias potencias tratan de desarrollar
nuevos tipos de armas y cada vez más países
cuentan con armas nucleares o con la capacidad técnica
de fabricarlas. Greenpeace trabaja para lograr la
eliminación de las armas nucleares y en general
de las armas de destrucción masiva. Hasta
que se consiga, trata de evitar nuevas pruebas nucleares
y la proliferación de armamento. Para ello
denuncia los incumplimientos de los compromisos
internacionales, hace visible la ubicación
de las armas nucleares en el mundo y moviliza a
la sociedad contra la amenaza que supone este armamento.