Vigésimo
aniversario del accidente más grave de la
historia de la industria nuclear
27 abril 2006 - Madrid, España
— Hoy, en el 20º aniversario de la catástrofe
de Chernóbil, a las 11 horas de la mañana,
activistas de Greenpeace han simulado la presencia
de unos 50 cadáveres en la Plaza Mayor de
Madrid para recordar a las víctimas del peor
accidente de la industria nuclear jamás conocido
y denunciar lo absurdo de apostar por un futuro
energético basado en la energía nuclear
cuando, el 26 de abril de 1986, quedó trágicamente
demostrado el peligro para la salud y el medio ambiente
de la energía nuclear.
Mientras, unos 50 activistas permanecían
en unos sacos a la sombra de una gran corona conmemorativa
y de una pancarta declarando “Detrás de cada
nuclear hay un Chernóbil”, otros ocho sostenían
unas fotos que representan los rostros del sufrimiento
causado por este accidente1. Al cabo de una hora,
todos los activistas de Greenpeace llevaban la corona
conmemorativa al Congreso para recordarle que es
imprescindible aprender de los errores del pasado
y pedir el cierre de las centrales nucleares españolas.
“El 26 de abril de 1986, el término
“seguridad nuclear” desapareció tras la columna
de humo negro que salía del cuarto reactor
de la central de Chernóbil. Hoy, 20 años
después, el mundo sigue padeciendo las consecuencias
de la radiactividad desprendida en aquella catástrofe”
declaró Carlos Bravo, responsable de la campaña
antinuclear de Greenpeace “La radiactividad es el
asesino perfecto, no huele, no tiene color, no se
ve. Mata casi sin dejar huella”.
Aunque la fuga radioactiva causada
fue 200 veces superior a la de las bombas de Hiroshima
y Nagasaki juntas, esto en realidad sólo
supuso un escape del 5% del inventario radiológico
del núcleo del reactor de Chernóbil.
Se contaminaron más de 160.000 km2 del territorio
de las tres repúblicas ex-soviéticas
y más de 45.000 km2 de Europa (>1Ci/km2).
El núcleo, aún activo, está
encerrado en un sarcófago de hormigón
construido después del accidente y ahora
se encuentra en muy mal estado, con evidentes problemas
de seguridad.
Los efectos de la nube radiactiva
han sido devastadores2: 200.000 víctimas
en las tres república ex-soviéticas
(según informa la Academia Rusa de Ciencias),
se prevén otros 270.000 casos de cáncer
en el mundo de los cuales 93.000 mortales, disminución
de la capacidad de defensa del sistema inmunitario
de los afectados, envejecimiento prematuro de unos
7-9 años, malformaciones, mutaciones genéticas,
350.000 personas realojadas, más de 5 millones
de personas aún viven en las zonas contaminadas,
pérdida de las tierras agrícolas por
contaminación, crisis económica y
los consecuentes trastornos socio-psicológicos.
Estos datos hablan claro. Los
torpes intentos de la OIEA para engañar a
la opinión pública con cifras falsas
sobre los efectos de Chernóbil, insultando
así el sufrimiento de millones de personas
afectadas por el accidente y el heroico sacrificio
de miles de liquidadores, deja muy claro que este
organismo tiene que desaparecer. La OIEA no se está
encargando de garantizar un control imparcial sobre
la energía nuclear mundial sino, más
bien, de asegurar las ganancias de la industria
nuclear.
La realidad de los hechos está
muy lejos de las cifras simplistas de la OIEA. El
sarcófago del cuarto reactor de la central
nuclear de Chernóbil y todas las zonas contaminadas
seguirán siendo radiactivos durante al menos
100.000 años. “Las pirámides de Egipto
tienen tan sólo de 5.000 a 6.000 años.
El sarcófago del reactor cuatro es una triste
herencia que nuestra sociedad pasará a cientos
de generaciones en el futuro” ha declarado Sara
Pizzinato, responsable de la campaña de Energía
y Cambio Climático de Greenpeace.
Paradójicamente, ahora,
en el 20º aniversario de esta catástrofe,
surgen nuevos defensores de la energía nuclear
como alternativa al cambio climático. Hace
falta recordar que esto es falso, ya que el Protocolo
de Kioto la ha excluido como opción contra
el cambio climático. Los hechos han demostrado
insistentemente que la energía nuclear es
uno de los errores tecnológicos, medioambientales,
económicos y sociales más graves de
nuestro tiempo. Además la nuclear no es una
energía limpia, barata, ni mucho menos segura
como se pretende hacer creer.
Actualmente se encuentran parados
3 reactores nucleares de los nueve españoles:
Ascó I, Vandellós II y Cofrentes.
A pesar de que juntas sumen un 40% de la potencia
nuclear en España, gracias al exceso de potencia
instalada, se demuestra que es posible la desconexión
prolongada de unas centrales nucleares de la red
eléctrica sin problemas de cobertura de la
demanda eléctrica. Por lo tanto, Zapatero
puede y debe cumplir con su compromiso electoral
del cierre progresivo pero urgente de las centrales
nucleares españolas.
“Sólo con las energías
renovables y la eficiencia lograremos alcanzar un
modelo energético más limpio, más
seguro y menos costoso. Es fundamental no olvidar
lo que ocurrió en Chernóbil hace 20
años. No podemos considerar la posibilidad
de sacar la energía nuclear de su paulatino
ocaso antes de conocer la compleja totalidad de
los efectos generados por la catástrofe y
de haber asegurado a las víctimas de aquel
infierno una protección adecuada” concluye
Carlos Bravo.