Un panel
de expertos estima que en 2050 habrá recuperado
el nivel de los años 80
Es oficial: el "agujero de
ozono" en la Antártida se va estabilizando.
Medido tanto por su alcance geográfico como
por su gravedad, este formidable rasgón en
la cubierta gaseosa que protege a la vida terrestre
de la radiación solar ultravioleta (UV) parece
no seguir agrandándose. Y se espera que se
cierre a lo largo de este siglo.
De igual modo, la capa de ozono
también ha dejado de deteriorarse. Se cree
que se irá restableciendo hasta alcanzar,
en 2050, los niveles de los años 80, cuando
su erosión empezó a notarse y medirse
por primera vez. En cambio, el "agujero"
antártico hará lo propio sólo
entre 2065 y 2070.
Esto lo afirma el informe de 2006
del Panel Asesor Científico (SAP, según
sus siglas en inglés), organismo internacional
que monitorea este fenómeno que hace 20 años
se volvió la amenaza más urgente dentro
de ese abanico de alteraciones geofísicas
graves llamado cambio global. La noticia la adelantó
la ingeniera Susana Díaz, investigadora a
cargo del Laboratorio de Ozono y Radiación
Ultravioleta del Centro Austral de Investigaciones
Científicas (CADIC).
Díaz presentó recientemente
los hallazgos en Ushuaia, durante la presentación
del Año Polar Internacional (API 2007/8).
Con 10.000 investigadores de 50 países y
un presupuesto de 1000 millones de dólares,
el API es el máximo esfuerzo científico
de la historia para conocer los rumbos del cambio
global. El informe completo del SAP será
presentado públicamente a fines de año.
Según ese texto, la humanidad acaba de lograr
su primer éxito en materia de administración
racional de una biosfera en crisis. "Acabamos
de demostrarnos que podemos revertir nuestros propios
megadesastres", dijo Díaz.
Si la depleción mundial
de la capa de ozono fue obra de más de medio
siglo de contaminación de la estratosfera
con gases industriales de tipo CFC (clorofluorocarbonos),
su recuperación surgió del Protocolo
de Montreal, firmado en 1986. El documento prohibía
la fabricación y emisión de CFC: gases
imprescindibles para industrias como la del frío,
que han sido sustituidos progresivamente por otros
gases.
Víctimas de los CFC
La capa de ozono se encuentra
entre los 15 y los 50 kilómetros de altura,
donde las moléculas de oxígeno, formadas
por dos átomos, se disocian por el impacto
de la radiación UV del sol y se reordenan
en moléculas más inestables, formadas
por tres átomos. Ese es el famoso ozono que,
en la estratosfera, absorbe UV dañino y lo
reemite en forma de la radiación más
inofensiva.
La capa empezó a deteriorarse
en 1930, cuando la industria adoptó los CFC,
una compleja familia de hidrocarburos fluorados
y clorados artificiales. Una de muchas virtudes
de estos "freones" y "gases de las
heladeras" era su enorme estabilidad química.
De modo que al escaparse por evaporación
de las heladeras en desuso no contaminaban. O eso
se creía.
Fue un error: la estabilidad química
de los CFC hizo que a lo largo del siglo XX millones
de toneladas de freones fueran migrando sin alteraciones
desde la troposfera -la capa inferior de la atmósfera-
hasta la quietud de la estratosfera, que empieza
a los 12 kilómetros de altura. En ese ambiente
es donde los CFC, golpeados por la luz UV, literalmente
escupen cloro en forma de radicales libres de óxido
de cloro. Y cada uno de estos radicales de cloro
puede destruir unas 300.000 moléculas de
ozono.
Esto pasó de sospecha académica
a comprobación flagrante entre 1985 y 1987,
cuando se confirmaron caídas estrepitosas
del ozono en la Antártida. Una serie de circunstancias
estrictamente locales estaban haciendo que la Antártida
"sobreactuara" un fenómeno por
demás global.
Durante el invierno, este continente
queda rodeado de una muralla de vientos huracanados
que aísla la atmósfera local de la
del resto del planeta. En ese encierro, los niveles
de CFC se concentran en la noche invernal. En primavera,
cuando sale el sol por primera vez en meses, la
luz UV golpea las moléculas de CFC, que empiezan
a liberar cloro y a destruir el ozono.
Dado que el agujero antártico
es sólo la expresión hiperaguda de
un fenómeno mundial, la verdadera noticia
es que, gracias al acuerdo de Montreal, la cantidad
de CFC en toda la estratosfera planetaria extrapolar
se estabilizó. Lentamente, si no se incurre
en nuevas emisiones, la protección anti-UV
de todo el planeta irá volviendo a sus niveles
de los años 80.
"Es el primer indicio
de que podemos cambiar el planeta no sólo
para mal, sino para bien", resumió Díaz.
Por Daniel Arias