20/09/2006
- Desde principios de los setenta los ambientalistas
sostienen que la naturaleza no es ilimitada en su
capacidad de amortiguar los impactos ambientales
derivados del desarrollo económico, un concepto
que fue consecuencia de un estudio elaborado por
el Club de Roma.
"La naturaleza es limitada
tanto en los recursos disponibles como en su capacidad
de amortiguar impactos ambientales", aseguraba
a principios de los `70 el reporte elaborado por
el prestigioso Club de Roma bajo el nombre "Los
límites del crecimiento", en el que
por primera vez la naturaleza de ubicó en
el centro de la discusión sobre el desarrollo
económico.
En su obra Economía, Ecología
y Ética del Desarrollo Sustentable, el prestigioso
ecólogo social uruguayo, Eduardo Gudynas,
aseguró que ese documento dejaba un mensaje
muy claro: "no podía invocarse un crecimiento
económico continuado ya que los recursos
eran finitos"
"La naturaleza, que siempre
se mantuvo por fuera de la temática del desarrollo,
repentinamente tomó un papel central en la
discusión", precisó en su libro.
Las reacciones ante semejante
cambio en el foco de la discusión no se hicieron
esperar. Desde la Argentina, la Fundación
Bariloche emitió un trabajo en el que se
negó la posibilidad de limitar el desarrollo.
En tal sentido, la Fundación
consideró que resultaba imposible determinar
la cantidad total de recursos no renovables existentes
en el planeta, y en todo caso, "el desarrollo
de nuevas tecnologías permitirá aprovechar
nuevos recursos, ahora inútiles y más
abundantes".
El proceso que llevó desde
la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre
Medio Ambiente, en 1972, hasta la segunda reunión
cumbre en la ciudad brasileña de Río
de Janeiro, veinte años después, fue
fértil en cuanto al debate sobre los límites
del crecimiento.
Sin embargo, la esperanza de diversos
sectores respecto a un cambio radical del concepto
se abortó antes de la Reunión de Río,
cuando se conoció el estudio "Nuestro
Futuro Común", también conocido
como informe Brundtland, que elaboró en 1987
la Comisión de las Naciones Unidas sobre
el Medio Ambiente y el Desarrollo.
En ese trabajo, a partir del cual
se masificó el concepto de desarrollo sustentable,
se reforzó el paradigma tradicional del desarrollo
basado en el crecimiento económico y la apropiación
de a naturaleza.
Según Gudynas, "es
un ejemplo sobre cómo esas corrientes tradicionales
se reapropiaron de muchos conceptos ecológicos,
haciéndolos funcionales a sus objetivos".
"Estas situaciones demuestran
que, incluso desde distintos puntos de partida,
se llega a similares visiones sobre la naturaleza,
manteniéndose la perspectiva utilitarista
instrumental", agregó el especialista
en su obra.
El precario acercamiento de posiciones
entre lo elaborado en el informe Brundtland -donde
se reconoció la existencia de límites
absolutos en la biosfera para absorber impactos
ambientales-con las advertencias del Club de Roma,
se diluyeron en tanto los especialistas que elaboraron
aquel trabajo insistieron en que los límites
"dependen esencialmente del ser humano, por
lo que están sujetos a su modificación".
De esta manera, la oposición
entre ecología y crecimiento económico
desaparecía de un plumazo y, repentinamente,
"la dimensión ambiental se tornaba un
requisito más del progreso económico
y del desarrollo, y la propia noción de límites
se diluía elegantemente", explicó
Gudynas.
Tampoco tuvo éxito la postura
’reformista’ durante la Cumbre de Río, en
la que en todas las declaraciones se mantuvo el
apego al desarrollo material y el crecimiento continuo.
En tanto, el especialista en ambiente
Nicolás Sosa, en su trabajo titulado "Ética
Ecológica, Desarrollo Sostenible y Solidaridad",
publicado en el segundo volumen de Ciencia, Cultura
y Sociedad, editado por la CTERA, destacó
que hasta el presente "no parece haberse encontrado
una definición satisfactoria que otorgue
un contenido real a un ’nuevo’ tipo de desarrollo".
"No parece que se haya aportado
nada interesante ni verdaderamente nuevo al fondo
de la cuestión, cual es la de un modelo de
desarrollo -el que tenemos- que ha devenido ’insostenible’
para la perpetuación de la vida en el planeta",
precisó.
Para Sosa, "a la noción
de Desarrollo Sostenible, en definitiva, le falta
algo: la consideración de la base misma de
la vida, y también le sobra algo: el antropocentrismo".
Otros diez años debieron
pasar para que en una nueva reunión cumbre,
esta vez en la ciudad sudafricana de Johannesburgo
(septiembre de 2002), se enfrentaran los defensores
de uno y otro concepto pero al igual que en las
demás cumbres se profundizó en la
relación entre ambiente y desarrollo económico.
Sin embargo, la realidad había
mutado en varias direcciones: la constitución
de un foro social y alternativo en Porto Alegre
(Brasil) con proyección internacional puso
nuevamente en acción a las tendencias ’reformistas’
que, lejos de enquistarse en círculos académicos,
se desplegó en inmensas redes de organizaciones
no gubernamentales.
Mientras este debate continúa,
y seguramente continuará, en todos los ámbitos
públicos y privados, nacionales e internacionales,
el ambiente se deteriora a pasos agigantados sin
esperar que los hombres, causantes y víctimas
de ese proceso, se pongan de acuerdo para su salvación.