17 octubre
2006 - Ciudad de México, México —
Greenpeace felicita a las autoridades mexicanas
por rechazar las solicitudes presentadas por corporaciones
biotecnológicas, en particular Monsanto,
para sembrar maíz transgénico en México.
A pesar del intenso golpeteo político y de
las presiones que recibieron para dar las aprobaciones,
diversos funcionarios de la Secretaría de
Agricultura obraron con responsabilidad.
“Sabemos que las empresas e incluso
el presidente Vicente Fox presionaron fuertemente
a las autoridades de Agricultura y Medio Ambiente
para que aprobaran estas siembras sin importar las
consecuencias ambientales y los impedimentos legales.
Es muy positivo que no hayan cedido y que hayan
tomado una decisión en congruencia con el
hecho de que todo México es centro de origen
y diversidad del maíz y de que estas siembras
eran totalmente ilegales”, declaró Gustavo
Ampugnani, coordinador de la campaña de transgénicos
y agricultura sustentable de Greenpeace México.
Por tercera ocasión en
un año (octubre de 2005, febrero de 2006
y ahora), Monsanto, Pioneer y Dow Agrosciences solicitaron
la siembra de maíz transgénico, pese
a que México tiene variedades nativas de
maíz en todo su territorio y que las siembras
transgénicas detonarían un proceso
de contaminación genética irreversible
del cultivo que es base de la subsistencia de millones
de familias campesinas e indígenas.
“En estos momentos la transnacional
Monsanto y las otras corporaciones están
amenazando con impugnar la decisión. Frente
a estas presiones las autoridades deben mantenerse
firmes en este rechazo. Si de proteger al maíz
mexicano se trata, cuentan con el apoyo de Greenpeace
y de muchos otros actores”, dijo Ampugnani.
Los permisos no fueron aprobados
porque aún no se han identificado los centros
de origen y diversidad del maíz en México
ni se ha creado el régimen de protección
especial de maíz, requisitos señalados
en la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente
Modificados.
Estos dos aspectos fueron planteados
por Greenpeace desde septiembre pasado, así
como una amplia documentación científica
que fundamenta las objeciones ambientales a los
transgénicos: por ejemplo, aquellos que son
tolerantes a herbicidas incrementan la aplicación
del herbicida sobre las plantas, lo que contamina
suelos y cauces de agua; aquellos que producen su
propio insecticida (Bt) resultan ineficientes en
el corto plazo pues generan resistencia en los insectos
que buscan combatir y afectan a otros insectos;
además, son inciertos los impactos de los
transgénicos sobre sus parientes silvestres
y sobre la salud de los consumidores.
Ahora, el siguiente paso del gobierno
debe ser, por fin, establecer estrictas medidas
de bioseguridad y realizar un monitoreo en todo
el país para determinar el grado de contaminación
genética debida a la importación de
maíz transgénico estadounidense e
incluso establecer una moratoria sobre las variedades
transgénicas.
Por su parte, las corporaciones
seguirán presionando en su propósito
de penetrar y acaparar el mercado de semillas de
maíz mexicano.
“El próximo gobierno no
debe ceder a estos intereses, pues lo que está
en peligro es nuestra seguridad alimentaria, nuestra
independencia genética y el patrimonio de
millones de mexicanos”, dijo Ampugnani.