Revela
estudio de PNUMA-SEMARNAT
Ciudad de México, 15 de
noviembre del 2006. Programa de las Naciones Unidas
para el Medio Ambiente/Oficina Regional para América
Latina y el Caribe; Secretaría de Medio Ambiente
y Recursos Naturales de México, SEMARNAT.
“El incremento en la intensidad y frecuencia de
huracanes en el Caribe, los cambios en los patrones
de precipitaciones, el aumento de los niveles de
las riberas en Argentina y Brasil, y la reducción
de los glaciares en la Patagonia y los Andes, son
fenómenos que indican el impacto que el calentamiento
global podría tener en la región”.
Así, “el cambio climático será,
cada vez más, un problema de desarrollo”.
Así lo señala el
informe El Cambio Climático en América
Latina y el Caribe 2006, presentado hoy en Ciudad
de México por el Director Regional para América
Latina y el Caribe del PNUMA, Ricardo Sánchez
Sosa. El documento entrega datos e información
actualizada de distintas organizaciones y centros
de investigación a nivel mundial sobre los
factores que están alentando el calentamiento
global, especialmente en la región, pero
a la vez presentando las recomendaciones necesarias
para hacer frente a esta apremiante situación,
advirtiendo, en todo caso, que “el impacto dependerá
del desempeño de las naciones en el desarrollo
de medidas de mitigación y adaptación”.
El documento, es el resultado
de una iniciativa impulsada por el gobierno de México
a través de la Secretaría de Medio
Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) y por la
Oficina Regional para América Latina y el
Caribe del Programa de las Naciones Unidas para
el Medio Ambiente (PNUMA / ORPALC).
Medio Ambiente, Desastres y Economía
Según el texto, se estima que el huracán
Mitch en 1998, dejó cerca de 1,2 millones
de personas afectadas directamente, entre ellos
muertos y desaparecidos, con pérdidas cercanas
a los 8,5 mil millones de dólares que, por
otro lado, es más alto que el producto bruto
doméstico anual combinado de Honduras y de
Nicaragua, los dos países más golpeados
por el mencionado huracán.
Otros desastres del clima incluyen
el huracán George, en la República
Dominicana (septiembre de 1998), con cerca de 235
muertos y casi 300 mil personas afectadas directamente.
En 2004, por ejemplo, el huracán "Charley"
dejó graves daños estimados oficialmente
en más de 18.500 millones de dólares,
que incluyó más de 73.500 viviendas
y miles de hectáreas agrícolas afectadas.
El huracán Iván a su paso golpeó
a Barbados, Trinidad y Tobago, San Vicente y las
Granadinas, Granada, Jamaica, Cuba y los Estados
Unidos, provocando más de 100 muertos y unos
15 mil hogares destruidos, con miles de dólares
también en pérdidas, y que en su conjunto,
afectaron la economía regional.
Mucho más reciente, son
los estragos causados por Katrina y Stan. El huracán
Katrina azotó el sur y el centro de los Estados
Unidos en agosto de 2005, produciendo grandes destrozos
en La Florida, Bahamas, Luisiana y Misisipi, incluyendo
cuantiosos daños materiales y graves inundaciones.
Por los daños producidos, se convirtió
en uno de los huracanes más devastadores
en Estados Unidos en la historia reciente, y quizás
sea el mayor desastre natural en la historia de
ese país. El Huracán Stan azotó
en octubre de 2005, a varios países centroamericanos
- en particular a Guatemala y el Salvador Este Huracán
causo al menos 1,620 muertes, un número similar
al producido por el Huracán Katrina, y muchos
más desaparecidos.
Pobreza y Medio Ambiente
Si bien, el texto señala que América
Latina y el Caribe (ALC) es una de las regiones
más ricas y variadas del mundo, mega-biodiversa,
con la mayor reserva hidrológica del planeta
y posee un inmenso mosaico cultural, también
enfrenta problemas sociales muy serios en relación
con la desigualdad y la pobreza y son muchas las
dificultades para encontrar, en la era de la globalización,
pautas de desarrollo que conduzcan a una sustentabilidad
capaz de responder a los retos sociales y ambientales
del presente, y para las generaciones futuras.
América Latina y el Caribe
se caracteriza por ser la Región con la mayor
desigualdad en el ingreso a nivel mundial. Visto
en un contexto global, lo que más destaca
es la concentración del ingreso en el 10%
de la población. Este sector recibe más
del 30% del ingreso total (35% en promedio, pero
llegando a un 45% en el caso del Brasil), mientras
que el 40% más pobre recibe tan sólo
el 10% del ingreso. Estos indicadores han permanecido
estables en la mayoría de los países,
pese a las mejoras en el desempeño económico
y, salvo en contados casos, también pese
a las políticas dominantes de desarrollo
social.
Durante los últimos 30
años, los niveles de pobreza existentes han
evolucionado al lado de un proceso de urbanización
acelerado. En el año 2000, la población
urbana alcanzó el 73,7% del total regional.
Ha crecido la población con acceso a líneas
telefónicas (pasando de 41 por cada mil habitantes
en 1980 a 130 en 1999), agua potable (33% de la
población en 1960 a 85% en 2001). La tasa
de natalidad se ha reducido, de 5,3 niños
por mujer en 1970 hasta 2,6 en el 2000. Estos números
son mayores para Mesoamérica (alcanzando
cerca del 1,7%) y menores para el Caribe (que llega
a 1%). En Sudamérica, la tasa alcanza el
1,4%. Los mayores niveles de urbanización,
de ingreso y, en ciertos casos, de programas de
control natal, han contribuido a esta reducción.
Sin embargo, también cabe señalar
que la mezcla de urbanización con desigualdad
en el ingreso y pobreza, ha producido procesos de
migración urbana, creando cinturones de poblaciones
en situación de pobreza y marginalidad en
torno a las ciudades.
Así, se señala que
las fallas en la adaptación y la vulnerabilidad
aumentaron debido a la pobreza, a la degradación
de los recursos naturales, a la carencia de planeación
del uso de suelo y por la falta de preparación
de un plan importante para contrarrestar los daños
causados por los desastres relacionados con el clima.
Gases de Efecto Invernadero (GEI)
Se ha estimado6 que las emisiones
anuales de CO2 equivalente representaron alrededor
del 12% del total mundial de emisiones para el año
2000. Por otra parte, las emisiones acumuladas durante
el período 1950-2000 fueron del orden del
12% (considerando LULUCF) con respecto a las emisiones
totales mundiales, mientras que las emisiones para
el año 2000, sin considerar LULUCF, alcanzaron
el 7.59% del total mundial. Sobre el constante aumento
de estas cifras un reciente reporte refleja datos
preocupantes, al indicar que en América Latina
y el Caribe las emisiones de dióxido de carbono
en el 2004 superaron en un 75% las registradas en
1980, lo que significó un crecimiento sostenido
del 2,4% anual, sin que se observe una tendencia
definida o clara cuando se intenta relacionar las
emisiones por unidad de producto con el producto
interno bruto per cápita.
Cuando se examina el conjunto
de las emisiones de gases de efecto invernadero,
la contribución de la Región a las
emisiones globales es del orden del 7% para el año
2000 y se espera que en el año 2050 su participación
sea del 9% .
Otra de los aspectos que revela
el informe del PNUMA-SEMARNAT es que ALC produce
el 4,3% de las emisiones globales totales de bióxido
de carbono por procesos industriales, y el 48,3%
de las emisiones causadas por cambio del uso de
suelo. Las emisiones de metano derivadas de las
actividades humanas representan 9,3% del total del
mundo.
Dentro de la región de
ALC, Brasil es el principal emisor de óxido
nitroso seguido de Argentina y Colombia. La mayoría
de éste deriva del uso de fertilizantes (casi
el 80%) en los cultivos, seguido por el transporte
(poco menos del 20%).
Emisiones Regionales
Las emisiones de GEI no son generadas en igual proporción
por todos los países de la región.
En términos generales, poco más del
70% de las emisiones de GEI en ALC provienen de
4 países (Brasil, México, Venezuela
y Argentina); considerando también las emisiones
de Colombia y Perú, el porcentaje alcanza
el 83%. Las emisiones de los países insulares
del Caribe y de los centroamericanos son significativamente
menores.
En Argentina, las emisiones netas
de bióxido de carbono se estimaron en 66,7
millones de toneladas métricas en 11000 y
84,9 millones en 1994. En ambos años, la
combustión de energéticos fósiles
representó aproximadamente un 89% de las
emisiones totales, excluyendo el cambio en el uso
del suelo y la silvicultura, sector que sirve como
“sumidero” neto de carbono en Argentina. Las emisiones
de metano se estimaron en 3,6 millones de toneladas
métricas en 11000 y en 4,2 millones en 1994,
generadas esencialmente por la crianza de ganado
(74,5% y 68,4 %, respectivamente, para esos años).
Por su parte, Brasil tenía
emisiones de bióxido de carbono de 107,3
millones de toneladas métricas en 11000 y
117,1 millones en 1994 originadas de combustibles
fósiles y quema de biomasa. Además,
se estima que las emisiones de metano en 11000 fueron
de l orden de los 10.1 millones de toneladas métricas,
originándose básicamente por la fermentación
entérica del ganado (90%) y en el tratamiento
y disposición de desechos.
En tanto, México aparece
en la región como el principal emisor de
bióxido de carbono, con emisiones netas de
444,5 millones de toneladas métricas en 11000.
Para dicho año, la mayor fuente de emisiones
fue el cambio en el uso de suelo y la silvicultura,
con un 30,6 %; seguida de las industrias energéticas
y de procesamiento, con un 24,4 %; el transporte,
con un 21,3 %; y otras industrias (particularmente
del cemento y la metalurgia), con un 14,6 %. La
quema de combustibles fósiles dio origen
a un 67 % de estas emisiones. Las emisiones de metano
se estimaron en 3,6 millones de toneladas métricas
para 11000, provenientes en la mayor parte de la
fermentación entérica (48 %) y las
emisiones fugitivas de combustibles (28,5 %).
Por otra parte, Venezuela produjo
190,8 millones de toneladas métricas de bióxido
de carbono en 11000. El sector energía (principalmente
combustión de energéticos fósiles)
originó un 56% de estas emisiones, y el cambio
en el uso de suelo y silvicultura originó
el restante 44% (básicamente en la Amazonia
venezolana, que se extiende en un 60% del territorio
nacional). Las emisiones de metano se estimaron
en 3,2 millones de toneladas métricas, originándose
básicamente en los sectores de energía
y agricultura (un 58 % y un 30 %, respectivamente).
Impactos y vulnerabilidad
El cambio climático afecta a los países
de la región de manera variada. En la región
Andina, por ejemplo, se observan en la actualidad
cambios y retrocesos en los glaciares mientras que
en Argentina se pueden apreciar cambios importantes
en los patrones de lluvias. En el Caribe, el impacto
se expresa de manera primordial en los cambios en
la frecuencia e intensidad de los huracanes que
azotan la zona.
Para los Pequeños Estados
Insulares en Desarrollo, la vulnerabilidad se ve
acentuada por su particular condición., entre
los que cabe resaltar su alta dependencia de una
estrecha base de recursos, estar fuertemente sujetos
a las fluctuaciones del comercio internacional,
la particular sensibilidad a los desastres naturales,
la escasez de recursos de tierra, y la limitada
disponibilidad de recursos humanos, entre otras
circunstancias que convierten al cambio climático
en un reto de particular magnitud para estos países.
La tendencia global se confirma
por múltiples observaciones. Algunas de las
que indican este calentamiento son las siguientes:
• Se han modificado los patrones
de precipitación en el hemisferio norte.
En latitudes septentrionales es donde se han dado
mayores precipitaciones, incluyendo aguaceros frecuentes,
y menores precipitaciones en las áreas subtropicales.
• Los niveles del mar han aumentado de 10 a 20 cms.
debido a que las áreas cubiertas de hielo
y nieve han disminuido en todo el mundo.
• En el siglo XX, la temperatura de la superficie
global aumentó cerca de 0,6oC. La década
de los noventa fue la más calurosa, y desde
1861 no se habían registrado temperaturas
tan altas como en 1998.
• En los últimos mil años el hemisferio
septentrional no había tenido temperaturas
tan altas como en la última década.
• En ALC, los países posiblemente más
vulnerables a los fenómenos hidrometeorológicos
son los que tienen costas en la cuenca del Caribe.
Otras regiones particularmente vulnerables se encuentran
en Sudamérica, particularmente en el noreste
brasileño, en las desérticas costas
peruanas y chilenas, y en las zonas áridas
de Argentina, así como en la región
Andina, las cuales son vulnerables a cambios en
los patrones climáticos.
Bosques y Selvas
La región de ALC cuenta
con grandes extensiones de bosques y selvas amenazados
por la deforestación. La mayoría de
los bosques regionales se encuentran en Sudamérica
y, particularmente, en Brasil y el Perú,
que concentran el 92% de los bosques de la zona.
Estos países se encuentran entre los 10 que
concentran las dos terceras partes de los bosques
y selvas en el mundo. De acuerdo a la Organización
de las Naciones Unidas para la Agricultura y la
Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés)
el 88% de los bosques de la región se encuentra
en siete países: Brasil, Perú, México,
Bolivia, Colombia, Venezuela y Argentina, siendo
Brasil el principal contribuyente a este porcentaje,
con cerca del 56% de los bosques regionales.
Existen muy altas tasas de deforestación
en algunos países pequeños e insulares.
Por ejemplo, en Santa Lucía y Haití,
existieron altas tasas de deforestación en
la década pasada (4,9% y 4,6% anual). En
Centroamérica, la deforestación va
desde tasas de 4,6% en El Salvador, hasta 0,8% en
Costa Rica. Nicaragua y Belice se asemejan más
a El Salvador que a Costa Rica en ese sentido, mientras
que México y Honduras están por encima
del promedio. En Sudamérica, las tasas son
más altas en Ecuador (que enfrenta una fuerte
presión poblacional) y en Argentina (que
las pierde debido al incremento en el uso de las
tierras agrícolas), mientras que en el resto
de los países las tasas se mantuvieron por
debajo del promedio subregional.
La tala de árboles en la
Amazonia brasileña durante la década
pasada aumentó 32%, pasando de 14.000 a más
de 18.000 kilómetros cuadrados por año.
Las causas principales de deforestación incluyen
el desarrollo del sistema de transporte carretero,
los incentivos del gobierno para la agricultura,
el financiamiento de proyectos a gran escala, tales
como presas hidráulicas, y explotación
de la tierra.
Los retos de las energías
renovables
En América Latina y el Caribe, las energías
renovables forman una parte importante de la oferta
primaria. Según datos de la Agencia Internacional
de Energía, mientras que en el mundo las
energías renovables incluían un 5,5%
de fuentes modernas (de las cuales, 2,3% correspondían
a energía hidráulica y 2,2% a nuevas
fuentes de energía, eólica y biomasa),
y un 9,3% de tradicionales (principalmente leña),
en América Latina esos mismos porcentajes,
incluían un 8,3% de energía hidráulica
(el porcentaje más alto de participación
en la oferta primaria en cualquier región
del planeta) y un 14,7% de fuentes tradicionales.
Si se considera la producción de electricidad,
las cifras son sustancialmente más impactantes,
debido a que la energía hidráulica
participa en un 67,7% de la producción, el
porcentaje más alto en cualquier región.
Las cifras anteriores también
ilustran algunos dilemas que el uso de las energías
renovables enfrenta en la Región. Si bien
la energía hidráulica cuenta con un
alto nivel de desarrollo, no se han impulsado de
igual manera otras. Existen algunos desarrollos
de energía geotérmica (de hecho, México
es el tercer país en el mundo en capacidad
instalada para el uso de esta energía, con
poco menos de 900MWs de capacidad instalada) y de
energía producida por biomasa moderna (particularmente
debido al proceso del bagazo de caña, y en
menor medida de desechos), mientras que el desenvolvimiento
de las otras formas de energía ha sido menor
respecto al abundante potencial en materia eólica,
geotérmica y de biomasa.
El informe señala que una
mayor expansión de las energías renovables
en América Latina y el Caribe requiere no
sólo de un marco regulatorio que no discrimine
a éstas, sino que además proporcione
un impulso adicional para su desarrollo. Ellas compiten
directamente con las energías convencionales
y enfrentan dificultades de distinto tipo. Las energías
renovables no siempre se pueden producir a voluntad,
la mayoría de ellas son intermitentes y el
recurso hídrico ha sido escaso en algunas
subregiones en los últimos años.
También agrega que estas
fuentes requieren de una mezcla de diferentes fuentes
de financiamiento, con diferentes plazos, y enfrentan
frecuentemente mandatos legales para adquirir la
energía al menor costo posible, lo que puede
colocarlas en desventaja. La posibilidad que tiene
la tecnología de ciclo combinado de gas de
suplir energía a un costo menor, aunado a
la probabilidad de obtener contratos de largo plazo
para el desarrollo de estos proyectos y a la firmeza
en la disposición de la energía convencional,
suponen dificultades en el desarrollo de proyectos
de energía renovable.
Los residentes de hogares rurales
pobres que utilizan leña al interior de sus
viviendas en fogones abiertos, sufren de múltiples
impactos sobre su salud, debido a la exposición
prolongada al humo. El uso de fuentes tradicionales
de energías renovables en condiciones poco
saludables para la salud humana, lejos de representar
un indicador de sostenibilidad, es una muestra de
las carencias que aún enfrentan estos habitantes.
En África, por ejemplo, el continente que
concentra el mayor número de países
menos desarrollados, las fuentes tradicionales de
energía representan el 61,5% del total de
la oferta primaria. Si bien la participación
de América Latina y el Caribe, equivalente
al 14,7%, es menor al promedio de 17,9% de los países
en vías de desarrollo, aún está
por encima del promedio mundial que es cercano al
10%.
La mayor parte del consumo de
leña proviene normalmente de especies forestales
no comerciales, de residuos de otras actividades
forestales o agrícolas, o de madera muerta
y no del derribo de árboles en bosques nativos.
En México, por ejemplo,
un análisis muy detallado, mostró
que a pesar de representar un volumen tres veces
mayor que el uso comercial de madera, el consumo
de leña es un 90% renovable. Esta situación
es similar en muchos países del área.
La adaptación al cambio climático
en América Latina y el Caribe.
Respecto a la Región (visto en el contexto
general de las Americas), se ha apuntado que existe
poca experiencia en planificación para la
adaptación al cambio climático, por
distintas razones, entre las que apuntan:
- falta de información
o incertidumbre sobre la manera de considerar la
adaptación;
- incertidumbre sobre la interacción entre
el cambio climático y otras presiones;
- falta de percepción pública y concienciación
sobre el cambio climático y sus impactos;
- horizonte de planificación a corto plazo;
- carencia de mecanismos para la participación
pública;
- conocimientos no técnicos (económico,
jurídico, institucional), limitados para
la adaptación;
- conocimiento limitado de las herramientas y los
procedimientos para evaluar el desempeño
de la adaptación.
El informe está disponible en español
en el sitio
www.pnuma.org