21º
Aniversario de la catástrofe nuclear
de Chernobyl
25 abril 2007 - España
— En lo que va de año ha habido más
de 20 sucesos de seguridad y al menos 6 paradas
forzosas en centrales nucleares. Estos datos
demuestran el notable deterioro de las instalaciones
y de la cultura de seguridad.
Desde el 1 de enero de 2007,
se han producido, al menos, 21 sucesos significativos
de seguridad en las centrales nucleares españolas,
de los cuales, 6, como mínimo, han
provocado la parada forzosa del reactor. Los
sucesos podrían ser, incluso, más,
ya que el secretismo del Consejo de Seguridad
Nuclear no permite conocer con precisión
las cifra exactas.
Estos sucesos han sido provocados,
en su mayoría por problemas técnicos
y fallos de equipos, a los que hay que sumar
un número nada despreciable de errores
humanos. Todo ello es una demostración
palpable del marcado y creciente deterioro
de nuestro envejecido parque nuclear y también
de la progresiva degradación de la
cultura de seguridad de los operadores nucleares,
más preocupados por rebajar costes
y maximizar beneficios que por priorizar la
seguridad de sus instalaciones atómicas.
De los 21 sucesos, como
mínimo, registrados en lo que va de
año, la central nuclear de Vandellós-2
se lleva la palma, con 8 sucesos, seguida
de Ascó-2 con 6, Garoña con
3, Asco-1 con otros 3, y Cofrentes con el
resto.
“Zapatero debe pasar de
las palabras a los hechos y poner en marcha
ya el calendario de cierre de las centrales
nucleares, empezando de forma inmediata con
el de Garoña. Nuestra seguridad está
en riesgo por culpa de las centrales nucleares,
cada vez más obsoletas y envejecidas”,
ha declarado Juan López de Uralde,
Director Ejecutivo de Greenpeace.
El envejecimiento y agotamiento
de la vida útil de las centrales nucleares
españolas es ya evidente. En cualquier
industria, las instalaciones se deterioran
con el tiempo debido a las tensiones y desgaste
de componentes que supone su funcionamiento.
Los procesos de envejecimiento son difíciles
de detectar porque normalmente ocurren a nivel
microscópico, afectando a la estructura
interna de los materiales. Es frecuente que
sólo se pongan en evidencia a raíz
del fallo de un componente, por ejemplo la
rotura de una tubería.
Como resaltan los expertos
en seguridad nuclear, y demuestra la experiencia
operativa dentro y fuera de España,
las consecuencias del envejecimiento de una
central nuclear pueden describirse a grandes
rasgos como dobles. En primer lugar, aumentará
el número de incidentes y de sucesos
reseñables -fugas, grietas, cortacircuitos
debidos a daños en los cables, etc.
En Alemania, por ejemplo, el 64% del total
de incidentes registrados entre 1999 y 2003
estaban relacionados con las 10 centrales
más antiguas (de 19 centrales nucleares
en funcionamiento) En España, la edad
media de todas las centrales es de casi 25
años y todas presentan, en mayor o
menos medida problemas de envejecimiento.
Garoña, la más antigua en funcionamiento
sufre graves problemas de corrosión
y agrietamientos.
En segundo lugar, el proceso
de envejecimiento está llevando a un
debilitamiento gradual de los materiales que
puede que -con suerte- no llegue a tener consecuencias
hasta la clausura de la central, pero que
podría provocar fallos catastróficos
de algunos componentes, causando un escape
radiactivo de enorme gravedad. El más
notorio de estos procesos es el deterioro
de la vasija del reactor, que al hacerse más
frágil aumenta el riesgo de que explote.
La rotura de la vasija de presión de
un reactor de agua a presión (PWR,
como Ascó) o de un reactor de agua
en ebullición (BWR, como Garoña)
es un accidente no contemplado en el diseño
del reactor. Los sistemas de seguridad no
están diseñados para afrontar
esta situación emergencia, por lo que
no hay posibilidad alguna de que sea controlada.
La rotura de la vasija puede provocar además
un fallo de contención inmediato, por
ejemplo debido a un pico de presión
asociado a su rotura, o a la formación
de fragmentos de alta energía. La consecuencia
sería una liberación de emisiones
radiactivas catastrófica.
A medida que envejece el
parque de centrales nucleares del mundo, se
pretende quitar importancia al peligro que
esto supone. Se intenta, por ejemplo, modificar
convenientemente la definición de envejecimiento,
reduciendo su alcance. Por otra parte, la
deficiencia reguladora básica y más
grave en todo el mundo es que ningún
país ha establecido una serie de criterios
técnicos comprensivos que permitan
decidir cuando no debe permitirse que una
central nuclear continúe en funcionamiento.
La consecuencia de esta laguna normativa es
que se permite que los reactores sigan funcionando
cada vez durante más años.
Es evidente, por tanto,
que en el momento que una central ha funcionado
durante unas dos décadas, el riesgo
de un accidente nuclear aumenta de año
en año. No es posible describir cuantitativamente
este incremento continuo del riesgo. En una
época de liberalización del
sector eléctrico, con crecientes presiones
económicas para las empresas, la tendencia
será al alza, sumándose la disminución
de las inversiones en personal y mantenimiento
(para maximizar costes) al envejecimiento
técnico del parque de centrales.
En cuanto a Garoña,
Greenpeace reitera que, debido al peligroso
funcionamiento y al evidente agotamiento de
la vida útil de esta central, es un
error esperar hasta 2009 para proceder a su
cierre definitivo, como parece haber decidido
el Gobierno. Es necesario cerrar esta central
nuclear de forma inmediata.
El pésimo funcionamiento
de la central de Garoña se ha reflejado
en estos últimos 3 años en,
al menos, 14 sucesos de seguridad notificables,
de los cuales 7 han provocado la parada automática
del reactor y 3 han sido clasificados como
de Nivel 1 en la Escala Internacional de Sucesos
Nucleares (INES).
Un informe de Greenpeace
en el participaron cerca de 60 expertos científicos
de todo el mundo refleja que, a pesar de que
permanezcan aún muchas incertidumbres
sobre las consecuencias completas del desastre
de Chernóbil, los datos que ya se conocen
demuestran el alto coste para la vida humana
de ese accidente nuclear.
Un importante estudio (incluido
en el informe), concluye que ya se habrían
producido 200.000 víctimas mortales
por culpa de Chernóbil en las tres
repúblicas ex-soviéticas a causa
de Chernóbil. Según el informe,
en los últimos 15 años se habrían
producido 60.000 muertes en Rusia atribuibles
al accidente de Chernóbil y se estima
que el total de las pérdidas de vidas
para Ucrania y Bielorrusia podría alcanzar
otras 140.000
Además, en un informe
del Centro Independiente de Evaluación
Medio Ambiental de la Academia Rusa de la
Ciencia, basado en datos estadísticos
del Centro Nacional de Estadística
sobre el Cáncer de Bielorrusia y Ucrania,
prevé que se producirán próximamente
otros 270.000 cánceres, de los cuales
93.000 mortales, causados por Chernóbil
en todo el mundo.