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HURACÁN FÉLIX DEJA ESTELA DE DESTROZOS A SU PASO POR NICARAGUA

Panorama Ambiental
Internacional
Octubre de 2007
 

Puerto Cabezas, Nicaragua, octubre 2007.-- “No se mira ni una mariposa, no se oye ningún pájaro, es solo un silencio horrible y un calor insoportable de lo que antes eran los mejores bosques de Nicaragua. Es una escena apocalíptica”. Así describe Rosalía Gutiérrez, Delegada Regional del Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales (MARENA) en la Región Autónoma del Atlántico Norte (RAAN) de Nicaragua, lo que quedó luego del paso del Huracán Félix el 4 de septiembre pasado.

El ciclón tocó tierra en el poblado de Sandy Bay, en el noreste de Nicaragua, con vientos de 260 km por hora que le dieron la categoría 5, la más destructiva de la escala. Varios poblados quedaron totalmente destruidos o afectados, entre ellos Puerto Cabezas (Bilwi), la principal ciudad y puerto del Caribe nicaragüense.

Según el Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales (INETER), la zona de mayor impacto del Huracán Félix fue una franja de 75 km de ancho, que corresponde aproximadamente a 1.9 millones de hectáreas, pero sus efectos se sintieron hasta 185 km de su centro.

Las diez comunidades que conformaban Sandy Bay desaparecieron del mapa. La mayoría de los habitantes de la región son indígenas miskitos que habitan en humildes casas de madera. Como si el huracán fuera una enorme podadora, arrasó a su paso los grandes y tupidos bosques ancestrales como si fueran palillos de dientes, arrancándolos de raíz, desramándolos y dejando el suelo completamente deforestado.

Pandora Martínez, de la Cooperativa de Profesionales Masangni, de Puerto Cabezas, informó que la fauna silvestre de la región, como venados, osos perezosos, monos congo y carablanca, pequeños mamíferos como mapaches y guatusas (tepezcuintles) y aves como tucanes, loras y el muy apreciado pavón, “se vieron muy afectados por el huracán. Muchos murieron y otros salieron en desbandada, emigrando a refugiarse en zonas altas e incluso han llegado hasta dentro de los poblados miskitos. Todo su hábitat natural desapareció”, comenta con desaliento.

“El daño es aun mayor porque con la destrucción de los ecosistemas, el huracán provocó un desequilibrio en la cadena alimenticia. Todo tipo de hábitat fue afectado, desde el sistema arrecifal de cayos miskitos, la zona costera, estuarios, humedales, ríos, sabanas de pinares y bosques latifoliados”, manifestó Nidia Matamoros, ingeniera agroforestal de la cooperativa de manejo forestal Masangni. Hubo un gran impacto y alteración del paisaje, de las características geomorfológicas y de la biodiversidad en su conjunto”, señaló.

Datos de la industria maderera afirman que existen alrededor de seis millones de metros cúbicos de madera derribada en 477 mil hectáreas de bosques devastados por el huracán Félix, equivalentes a unos 500 millones de dólares. “Pasarían 150 años antes que se pudiera procesar toda la madera que cayó”, comenta Rosalía Gutiérrez. “No hay industria en Nicaragua que de abasto para aserrar tanta madera”. Aparte de la pérdida de árboles y madera, se dañaron una rica biodiversidad y ecosistemas, fuente de sustento para las comunidades indígenas.

Se han contabilizado 102 muertos y 312 desaparecidos. La infraestructura de viviendas, tendido eléctrico y telefónico, fue dañada, así como las carreteras y el aeropuerto local. Miles de hectáreas de cultivos agrícolas fueron destruidos y murieron ahogados muchos caballos, vacas cerdos y gallinas. Los cadáveres de personas y animales flotaban en el mar y en los ríos y las autoridades de salud temen se desate una epidemia en la región.

Al Ministerio de Recursos Naturales (MARENA) y al Ministerio Agropecuario y Forestal (MAGFOR) les preocupa la llegada del verano, pues los miles de árboles caídos se convertirían en foco de incendios forestales que podrían ser tan dañinos como el huracán mismo. “Lo que quedó del bosque es un colchón de hojarasca y ramas de hasta un metro de alto, impenetrable. Muchos árboles cayeron sobre los ríos, taponándolos. Hay que limpiarlos porque están saturados de materia orgánica que se pudre y contamina el agua, y van a causar inundaciones si llueve más”, explica Gutiérrez.

“La gran cantidad de ramas, hojas y animales muertos que cayó sobre los ríos y cuerpos de agua provocó la alteración de sus características físico químicas (color negro, olor fétido, ausencia de oxígeno), causando la muerte de peces, tortugas y otras especies acuáticas”, dijo Matamoros.

WWF Centroamérica vio con profunda tristeza la destrucción de una labor de años con las comunidades miskitas involucradas en el manejo responsable de los bosques, para conservar y aprovechar en forma sostenible el recurso forestal. Ya algunas comunidades indígenas se habían organizado en empresas forestales, para vender su madera aserrada y muebles a los mercados nacionales e internacionales. Ahora se espera iniciar cuanto antes una intensa campaña de reforestación de toda la zona devastada.

“Fueron 4 horas de fuertes vientos y lluvia constante”, explica Gutiérrez. “En la zona costera, los corales fueron arrancados del fondo del mar y quedaron expuestos; los manglares de la costa fueron destruidos, las raíces quedaron para arriba y las ramas dentro del agua, la arena fue removida y donde estaba seco, ahora hay lagunas, y donde era hondo, ahora está elevado. Hay mucha pestilencia por la putrefacción de la materia orgánica. No se puede ni pescar ahorita”.

Es urgente retirar la materia orgánica depositada en las zonas productivas de humedales costeros, para permitir la recuperación de los ecosistemas de manglares e iniciar lo antes posible una labor de reforestación con especies nativas para proteger los suelos y evitar deslaves.

Queda sin embargo una lección de la llegada de fenómenos como estos huracanes, y es la protección que brindan los recursos naturales como los bosques, ya que aunque el huracán llegó a tierra con categoría cinco, rápidamente bajó a categoría tres debido a la barrera que presentaron los árboles contra el viento, haciendo que disminuyera su fuerza. Si los árboles no hubieran existido, los daños y la pérdida de vidas humanas hubieran sido aún mayores.

Los arrecifes de coral, debilitan la fuerza del oleaje antes que llegue a las costas y los bosques de manglares que rodean las playas evitan la erosión del litoral, protegiéndolo de la fuerte acción de las olas contra las orillas.

Nadia Bood experta en arrecifes y cambio climático de WWF, explica que “El intrincado sistema de raíces de los manglares sirve como filtro que atrapa los sedimentos, partículas de materia y otros contaminantes, que de otra forma pasarían directamente desde las zonas terrestres hasta el mar. Durante las tormentas, las lluvias torrenciales arrastran sedimentos y agroquímicos de los suelos, que son retenidos por las raíces de los manglares. Además, al igual que los arrecifes de coral, los manglares actúan como una segunda barrera de protección de la zona costera ante el embate de tormentas y huracanes”.

Sylvia Marín, representante regional de WWF Centroamérica, indicó que “tomará muchos años para que la vida vuelva a la normalidad en las áreas afectadas por el paso de Félix. Es importante ahora asegurar que las áreas devastadas se mantengan bajo manejo y protección de las comunidades indígenas y que no se de un cambio en el uso de suelo, para asegurar que los bosques y humedales puedan regenerarse a su estado natural y continúen brindando importantes servicios ambientales a las comunidades y al país”.

 
 

Fuente: WWF – Internacional (www.wwf.org)
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