Panorama
 
 
 
 

ONG DENUNCIA LA IMPROVISACIÓN Y FALTA DE TRANSPARENCIA DEL CSN EN EL CASO ASCÓ

Panorama Ambiental
Internacional
Mayo de 2008
 

El CSN ha vuelto a incrementar en otras 900 el número de personas a examinar, sin dar explicaciones de por qué, y sigue sin dar información sobre la cantidad real de radiactividad que se liberó en el accidente y sobre su causa

02 mayo 2008 - España — El Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) está actuando con una gran improvisación y una enorme falta de transparencia en el asunto del escape radiactivo de la central nuclear de Ascó-1. Greenpeace pedirá a la Fiscalía de Tarragona, que ya ha iniciado diligencias penales al respecto de este suceso, que incluya en su investigación la actuación del CSN en este accidente.

Una de las pruebas más claras de esa improvisación es la desconcertante actuación del CSN para estudiar el potencial impacto radiológico a las personas de la radiactividad liberada. Desde que Greenpeace informara a la opinión pública el pasado 5 de abril de la existencia de dicho escape radiactivo, el CSN ha pasado de, en primer lugar “descartar riesgo radiológico en Tarragona” (comunicado de prensa del CSN del 7 de abril), a decir que se realizarían mediciones radiológicas a 800 personas (comunicado de prensa del 14 de abril), para luego subir la cifra a unas 1.500 (rueda de prensa del CSN del 22 de abril) y ahora, nuevamente, incrementar esa cifra en otras 912 hasta un total de 2.412 personas (comunicado de prensa del CSN de 30 de abril).

Greenpeace exige al CSN que explique claramente por qué motivo está aumentando continuamente el número de personas sometidas a exámenes radiológicos y que aclare públicamente cuál es su plan de actuación al respecto.

El CSN debería explicar además a la ciudadanía la importancia más bien relativa de estas mediciones ya que, según se ha estudiado científicamente, la permanencia en el cuerpo humano del cobalto 60, por término medio y sin hacer uso de medidas suplementarias para su eliminación, no supera las dos o tres semanas a lo sumo (véase, por ejemplo, el informe técnico TM 2002-042, publicado por el Departamento de Investigación y Desarrollo para la Defensa de Canadá, sobre la eliminación de radionucleidos del cuerpo humano). Algo de gran importancia en el caso del accidente de Ascó, ya que los ciudadanos deberían haber sido informados de que las medidas de contaminación interna que se están llevando a cabo últimamente, a petición del CSN, entre las personas potencialmente afectadas por el accidente.

Aún siendo de utilidad para verificar que no existen en la actualidad personas contaminadas internamente, no servirán de mucho para descartar por completo que no hayan podido resultar contaminadas con anterioridad, en los cuatro meses transcurridos desde la emisión de la radiación, porque de haber sido por Cobalto-60 a estas alturas no existirían restos importantes de radiactividad en su cuerpo (aunque ésta ya hubiera podido producir efectos negativos para su salud, que podrían tardar un tiempo en aparecer)

El Cobalto-60 es uno de los isótopos más peligrosos por sus efectos biológicos, como lo atestigua el hecho de que su Límite de Incorporación Anual (LIA) es de los más bajos en la reglamentación. El Co-60 emite radiación beta, seguida de dos picos de radiación gamma, con una energía total muy elevada (de 2.82 Megaelectron-voltios, Mev).

La falta de transparencia del CSN en este asunto es muy preocupante. No sólo por el hecho de que el escape de radiactividad se produjo en noviembre de 2007 y el CSN (y tampoco la central nuclear de Ascó), que lo sabía con cierta anterioridad, no informó de ello a la opinión pública hasta que Greenpeace lo hizo el pasado 5 de abril. También porque, a pesar de que ha pasado casi un mes desde que trascendiera la existencia del escape, y de haber emitido varias notas de prensa desde entonces, el CSN aún no ha proporcionado ninguna explicación convincente de por qué y cómo se produjo el accidente en Ascó-1, y tampoco ha comunicado cuanta radiactividad se liberó en el escape.

“En lugar de dar a conocer la cantidad total de radiactividad que salió al medio ambiente, el CSN se ha limitado a dar, en cuenta gotas, información sobre el número de partículas radiactivas encontradas, y últimamente ni siquiera eso”, ha declarado Carlos Bravo, responsable de la campaña nuclear de Greenpeace.

El conocimiento preciso de la cantidad de radiactividad emitida al medio ambiente y del inventario de los elementos radiactivos liberados en el escape del 29 de noviembre de 2007, es esencial para valorar el riesgo radiológico al que se ha sometido al público, a los trabajadores y al medio ambiente. Además, es básica a los efectos de la cualificación de las infracciones que haya podido cometer la central nuclear en virtud de lo dispuesto en los artículos 87.3 y 4 de la Ley 25/1964, sobre la energía nuclear, en la redacción que se da a este artículo en el artículo 12 de la Ley 33/2007.

Greenpeace espera que aporte luz sobre este accidente la visita de inspección de un equipo de técnicos de la Comisión Europea para investigar lo sucedido (visita realizada a principios de esta semana, tras la solicitud efectuada por Greenpeace el pasado 22 de abril, apelando a los artículos 35 a 37 del Tratado Euratom.

Greenpeace espera que el informe que realice la Comisión Europea tras su visita sea exhaustivo y aclare, con prontitud, todos los aspectos del accidente que hasta el momento el CSN sigue sin desvelar.

Así, por ejemplo, es de esperar que la Comisión Europea informe de la cantidad total de partículas radiactivas detectadas dentro y fuera del emplazamiento de la central nuclear; que valore la validez de los métodos de detección de las partículas y de la posterior caracterización de las mismas; que proporcione una lista de cada una de esas partículas, así como de su caracterización radiológica y su nivel de radiación; que aclare si se ha respetado estrictamente los límites de radio protección establecidos en la legislación para el público y trabajadores; que informe de la causa raíz real del accidente y sobre la adecuada actuación de los operarios de la central nuclear; que concrete si se han cumplido en su totalidad los procedimientos; que valore si el adecuado el diseño de su sistema de ventilación; que aclare si hubo buena coordinación entre los inspectores residentes del CSN en la central y el propio Consejo, etc..

Y muy en especial, Greenpeace espera que la Comisión Europea se pronuncie sobre la validez de los exámenes radiológicos llevadas a cabo por el CSN, varios meses más tarde de cuando se produjo el escape de radiación al medio ambiente, pretendiendo buscar partículas radiactivas de Cobalto-60 cuando éstas tienen un tiempo de vida media de residencia en el cuerpo humano (vida media biológica) de unos 9 días.

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El CSN no está siguiendo criterios científicos para analizar el impacto radiológico del escape de Ascó
Greenpeace sospecha que el Consejo de Seguridad Nuclear está ocultando información relevante sobre el escape radiactivo

06 mayo 2008 - España — El CSN debe aportar un inventario detallado con los valores de radiactividad de cada una de las partículas detectadas y aclarar el protocolo que se sigue para los exámenes radiológicos al público. Hoy en rueda de prensa, el radiobiólogo y toxicólogo Eduard Rodríguez Farré (1) ha realizado un análisis de la actuación del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) en la valoración del impacto radiológico sobre la población de la fuga radiactiva de partículas de Cobalto 60 (Co-60) producida en la central nuclear de Ascó el pasado 29 de noviembre.

El profesor Rodríguez Farré ha hecho hincapié en tres aspectos: la indefinición del término “partículas radiactivas”, constantemente utilizado por el CSN, el nivel de detección de los instrumentos de control de dosis de radiación en las personas potencialmente afectadas y el tiempo de residencia del Co-60 en el cuerpo humano.

En primer lugar, el profesor Rodriguez Farré ha aclarado que es importante conocer el tamaño de las partículas de Co-60 liberadas en el escape, tanto por el nivel de radiactividad que emiten (importante también de cara a la irradiación externa) como por sus efectos en caso de penetrar en el organismo (irradiación interna).

Ello es debido a que, como recoge la literatura científica, las partículas de menos de algunas micras (milésimás de milimétro) de diámetro pueden pasar al torrente circulatorio a través del pulmón, e incorporarse a otros órganos, especialmente en el hígado, donde se acumula y tiene un tiempo de residencia biológica de entre una y tres semanas (un promedio de 15 días). Partículas mayores quedarían retenidas en el tracto respiratorio y en el pulmón, que es muy sensible a la radiación. Por ello, es imprescindible que el CSN publique un inventario detallado de las partículas radiactivas (tamaño, composición isotópica, nivel de radiactividad y lugar de su hallazgo).

En segundo lugar, el profesor Rodríguez Farré ha indicado que el CSN no ha hecho pública información precisa sobre la metodología aplicada en las mediciones radiológicas a las que ha sometido o se propone someter a la población expuesta al escape. Para que se conozca la validez del procedimiento empleado por el CSN, éste debe aclarar los criterios que aplica: el tipo de detector utilizado, el grado de sensibilidad que aplica (que es muy superior para los trabajadores de instalaciones nucleares que para el público en general), el tipo de radiación medida, el tiempo de medición, la reiteración de las pruebas...). Es necesario saber si a los no trabajadores (por ejemplo, a los escolares que visitaron la central tras el escape, a los proveedores y a los vecinos de los pueblos del entorno) se les ha aplicado los mismos criterios que a los trabajadores, que legalmente pueden recibir entre 20 y 100 veces más dosis de radiación que el público.

En tercer lugar, Rodríguez Farré ha recordado que, dado que el tiempo de residencia biológica de la mayor parte del Co- 60 en el cuerpo humano es de 1 a 3 semanas, un resultado negativo en las pruebas de detección de radiactividad realizadas recientemente no permite descartar que las personas examinadas hubieran quedado irradiadas anteriormente y su cuerpo hubiera eliminado ya las partículas radiactivas que hubiesen podido incorporar. Este es un riesgo que, lamentablemente, no cabe descartar, ya que el escape radiactivo de Ascó se produjo el 29 de noviembre, 4 meses antes de que Greenpeace alertara sobre él a la opinión pública y el CSN se viera obligado a iniciar las pruebas. En el caso de que una persona hubiera incorporado meses atrás una partícula de Co-60 y ya la hubiera expulsado, no significa que mientras la alojó en su cuerpo éste no quedara irradiado – con el riesgo de que la persona afectada sufra enfermedades en el largo plazo. Además, el Co-60, una vez reliberado, sigue siendo radiactivo durante más de cincuenta años, y por lo tanto sigue constituyendo un peligro para la salud y el medio ambiente.

A la luz de la opinión científica del Profesor Rodríguez Farré, y transcurrido ya más de un mes desde que el escape trascendiera a la opinión pública, Greenpeace ha reiterado que persisten muchas dudas sobre la causa real del suceso, su detección por los propietarios de la central, cómo se enteró el CSN y sobre la actuación de este organismo regulador en el análisis del impacto radiológico del suceso. De hecho, algunos aspectos son inverosímiles: ¿cómo podría un operario verter 50 litros de agua de un bidón a prueba de radiactividad, por tanto muy pesado, por sí solo en la piscina del combustible?

Igualmente, Greenpeace considera que el CSN no está dando toda la información disponible sobre la radiactividad liberada ni sobre las partículas que, según trabajadores de Ascó han informado a la organización ecologista, siguen encontrándose. Debido a esta falta de información, Greenpeace ha dirigido al CSN una nueva ampliación de solicitud de información que ya requirió al organismo regulador acerca del incidente (2).

Greenpeace realizó una primera solicitud de información el 14 de abril, que amplió el 21 de abril, y a la que todavía no ha recibido respuesta. Además, la entidad ecologista espera el informe oficial de los expertos de la Comisión Europea que visitaron Ascó tras su denuncia de los hechos, basada en los artículos 35, 36 y 37 del Tratado de Euratom. “Ha pasado un mes desde que se produjo el escape y el CSN sigue maneniendo a los ciudadanos a oscuras sobre lo ocurrido realmente y sus implicaciones” – ha declarado Carlos Bravo, responsable de la campaña Nuclear de Greenpeace, que ha reclamado que la Presidenta del Consejo de Seguridad Nuclear, Carmen Martínez Ten, comparezca urgentemente ante el Congreso de los Diputados para esclarecer totalmente lo ocurrido.

(1)Eduard Rodríguez Farré es radiobiólogo y toxicólogo, profesor de investigación del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona, miembro de la Red de Salud Ambiental del Instituto de Salud Carlos III, del Ministerio de Sanidad, y vocal del Comité Consultivo Sobre la Realización de Estudios Epidemiológicos en el Entorno de Centrales Nucleares que está realizando conjuntamente este Instituto y el Consejo de Seguridad Nuclear.

(2) La ampliación de solicitud de información requerida por Greenpeace al CSN se encuentra en disponible en www.greenpeace.es

 
 

Fuente: Greenpeace – Internacional
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