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Oct 2008 - Con motivo del paso del ganado
trashumante por el centro de Madrid, las organizaciones
ambientales recuerdan los beneficios de esta
actividad, el grave peligro de desaparición
que corre y solicitan a las administraciones
su apoyo decidido para mantenerla
Actualmente existen en España
poco más de 300.000 cabezas de ganado
trashumante, frente a los cinco millones con
los que contábamos el siglo pasado.
A pesar de ser un ejemplo de sostenibilidad,
las 10.000 familias que se dedican a esta
práctica ancestral se ven abocadas
a abandonar la actividad ante la falta de
una política decidida de apoyo.
La trashumancia proporciona
numerosos beneficios, no sólo ambientales,
para el conjunto de la sociedad. El paso del
ganado aumenta la fertilidad de nuestros suelos
amenazados por la desertificación,
al incorporar estiércol y otros restos
vegetales a su paso. Además, algunos
de los bosques más importantes de nuestro
país se han desarrollado y conservado
gracias a esta práctica, como los pinares
de Guadarrama o la Serranía de Cuenca,
los hayedos y robledos de la Cornisa Cantábrica
o los encinares y alcornocales de Andalucía
y Extremadura. Los animales se alimentan de
materia fácilmente combustible actuando
eficazmente en la lucha contra incendios.
Los rebaños trashumantes
benefician directamente a la biodiversidad,
al conservar numerosas razas autóctonas
en peligro de desaparición, como la
oveja rubia de colmenar o la vaca tudanca.
Los efectos también son positivos para
la flora, al contribuir cada oveja a la dispersión
de más de 5.000 semillas al día,
unos cinco millones de semillas por rebaño,y
a la fauna silvestre, sobre todo aves, que
depende de los espacios abiertos pastoreados.
Por otra parte, este tipo
de ganadería es la más eficiente
aprovechando superficies pastables, consumiendo
recursos que no compiten con la alimentación
humana, como rastrojos, hojas de vid o pastos,
algo especialmente importante en el contexto
actual de crisis alimentaria. Esto permite
a los rebaños ser prácticamente
autosuficientes, no dependiendo su alimentación
de piensos importados que –dado su elevado
precio- están poniendo en jaque la
rentabilidad de las explotaciones ganaderas
más intensivas.
El hecho de que el movimiento
de los rebaños se haga a pié
permite el ahorro de combustibles fósiles,
y como las fechas de los traslados son flexibles
(en función de la disponibilidad de
pastos en los lugares de destino) esto permite
una mayor adaptación a los efectos
del cambio climático.
Los beneficios trascienden
además al plano social, la cultura
trashumante tiene en España una historia
de más de 6.000 años, conservando
prácticas de manejo tradicional del
ganado o el empleo de perros pastores, prácticamente
desaparecidas en la ganadería intensiva,
que no puede perderse.
Pero a pesar de esto, las
familias trashumantes ven cada vez más
difícil continuar con su actividad.
Las numerosas trabas burocráticas a
las que tienen que hacer frente, las complicaciones
para pasar con los rebaños de una Comunidad
a otra por temas de sanidad animal, y la falta
de un sistema de ayudas adecuado son algunos
de los problemas a los que tienen que hacer
frente.
Para solucionar esta situación,
las organizaciones ambientales solicitan al
gobierno:
• La creación de
un registro único de rebaños
trashumantes, que facilite las gestiones a
los ganaderos en temas como la sanidad animal
o el cobro de las ayudas existentes.
• La creación de
una marca de calidad diferenciada que permita
al consumidor identificar y valorar los productos
de los rebaños trashumantes, como corderos
y terneros. Algunos quesos tan conocidos como
la torta del casar o la serena proceden de
oveja merina trashumante.
• La restauración
de las cañadas reales y zonas de vaguada,
para permitir el paso, la alimentación
y el descanso del ganado.
• Por último, aprovechando
el debate actual sobre la política
agraria común, establecer una línea
horizontal de ayudas de desarrollo rural para
la ganadería trashumante, en reconocimiento
a los bienes y servicios que proporciona al
conjunto de la sociedad.
Si la administración
no interviene decididamente es posible que
esta sea una de las últimas oportunidades
que tengamos de ver pasar los rebaños
trashumantes por Madrid, por lo que os animamos
a que acompañéis a los pastores
y su ganado el próximo domingo 26 de
octubre, en su recorrido por el centro de
la capital.
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Nueva edición del
Informe Planeta Vivo de WWF
28 Oct 2008 - Según
WWF, el Planeta ha entrado en una crisis del
crédito ecológico. Su origen
es el aumento de la demanda de la humanidad
sobre el capital natural, que ya ha superado
en un 30 por ciento la capacidad de abastecimiento
de la Tierra. El informe revela que la riqueza
y la diversidad natural continúan decreciendo,
a la vez que aumenta el número de países
en situación de estrés hídrico.
De hecho, el Informe Planeta Vivo incluye
por primera vez la “huella hídrica”,
variable que analiza el consumo de agua por
persona, situando a España en la quinta
posición a escala mundial.
Esta es la contundente advertencia
que recoge la última edición
del Informe Planeta Vivo de WWF, un documento
de referencia que analiza distintos indicadores
para medir la salud de la Tierra. Elaborado
en colaboración con la Sociedad Zoológica
de Londres (ZSL) y la Red de la Huella Global
(GFN), y publicado cada dos años, este
estudio se ha convertido desde 1998 en un
termómetro preciso de la capacidad
de la Tierra para continuar siendo un “planeta
vivo”. Para ello, analiza dos parámetros,
el Índice Planeta Vivo y la Huella
Ecológica, a los que este año
se ha sumado por primera vez una gran novedad:
el estudio de la Huella Hídrica.
Este indicador complementa
la información sobre el estado de la
naturaleza y, en el caso de España,
revela datos preocupantes. De hecho, nuestro
país ocupa el quinto puesto a escala
mundial en “huella hídrica”, es decir,
en el volumen total de agua usada globalmente
para producir bienes y servicios consumidos
por los ciudadanos.
La huella hídrica
aborda también la importancia del agua
utilizada como materia prima en la producción.
Por ejemplo, se necesitan 2.900 litros para
fabricar una camiseta de algodón. Como
media, cada persona consume 1.24 millones
de litros de agua al año (la mitad
de una piscina olímpica), aunque esto
varía desde 2.48 millones de litros,
por persona y año, en EEUU, a los 619.000
litros, en Yemen.
Por otra parte, El Índice
Planeta Vivo, medida obtenida del estudio
de la evolución de 5.000 poblaciones
de 1.686 especies, ha descendido un 30 por
ciento desde 1970. Esta dramática pérdida
de nuestra riqueza natural está provocada
principalmente por la deforestación
y la transformación de los usos del
suelo en los trópicos (el IPV Tropical
ha disminuido un 51 por ciento).
Otros factores que atentan
contra la biodiversidad son los impactos de
los embalses, los trasvases y el cambio climático
sobre las especies de agua dulce (cuyo IPV
ha sufrido un descenso del 35 por ciento).
De igual forma, la contaminación, así
como la sobrepesca y la pesca destructiva
en los ecosistemas marinos y costeros, figuran
entre las amenazas de las especies marinas.
Las emisiones de carbono
derivadas de la quema de combustibles fósiles
y el cambio de usos del suelo son los factores
fundamentales que provocan la huella humana
y, además, están generando el
cambio climático. El análisis
de la huella ecológica, elaborado por
la GFN, muestra que mientras la biocapacidad
global (el área actualmente disponible
para producir nuestros recursos y absorber
nuestras emisiones) es de unas 2,1 hectáreas
globales (hag) por persona, la huella ecológica
por persona es de 2,7 hag.
Cada ciudadano de EEUU requiere
una media de 9,4 hag (4,5 planetas, si la
población mundial tuviera patrones
de consumo estadounidenses), al tiempo que
los ciudadanos de China utilizan una media
de 2,1 hag por persona (un planeta). Por otra
parte, España ocupa la posición
número duodécima a escala mundial,
detrás de Grecia y delante de Uruguay,
con una huella ecológica global de
5,7 hag per cápita y un déficit
ecológico del 338%, lo que significa
que necesitaríamos casi 3,5 países
más para mantener nuestras actuales
demandas. Cabe destacar que los países
con mayor huella ecológica nacional
son EEUU y China, utilizando cada uno cerca
del 21 por ciento de la biocapacidad del planeta.
La biocapacidad está
distribuida de forma muy desigual: ocho países
–EE.UU, Brasil, Rusia, China, India, Canadá,
Argentina y Australia- tienen más de
la mitad del total mundial. La población
y las pautas de consumo hacen que tres de
estos países sean deudores ecológicos,
con huellas mayores que su biocapacidad nacional,
EE.UU. (una huella 1,8 veces mayor que su
biocapacidad), China (2,3 veces) e India (2,2
veces).
Esto contrasta con países
como Congo, que tiene la séptima biocapacidad
más alta por persona (13,9 hag) y una
media de huella de sólo 0,5 hag por
persona. Sin embargo, se enfrenta a un futuro
de degradación de esta biocapacidad
a causa de la deforestación y del incremento
de la demanda de un aumento de la población
y de las presiones de las exportaciones.
James Leape, Director General
de WWF, hace un análisis de la situación
actual: “El mundo está preocupado por
las consecuencias de haber sobrevalorado sus
recursos financieros. Sin embargo, lo que
realmente amenaza a la sociedad es la crisis
del crédito ecológico causada
por infravalorar el capital ambiental, base
de la supervivencia y la prosperidad.” Y Leape
añade: “Muchos de nosotros mantenemos
un estilo de vida y un crecimiento económico
gracias al uso y la extracción del
capital ecológico de otras zonas del
planeta. Si nuestras demandas continúan
a este ritmo, a mediados de 2030 necesitaremos
el equivalente a dos planetas para conservar
este estatus”.
Asimismo, el informe incorpora
una serie de soluciones clave, llamadas “cuñas
de sostenibilidad”. Según WWF, combinándolas
estas podrían estabilizar, e incluso
revertir, la tendencia alarmante hacia una
mayor deuda ecológica y el desabastecimiento
de nuestras fuentes naturales de recursos.
En cuanto al reto ambiental más importante,
el cambio climático, el documento muestra
que la eficiencia energética, las renovables
y la disminución de emisiones podrían
satisfacer las demandas energéticas
para 2050, reduciendo entre un 60 y un 80
por ciento las emisiones de carbono.
“Si el ser humano tiene
la voluntad, encontrará también
la forma de vivir con los medios que ofrece
el planeta, asegurando a la vez el bienestar
de la humanidad y los ecosistemas de los que
depende”, concluye Juan Carlos del Olmo, Secretario
General de WWF/Adena.