Publicado el
29 agosto 2013 | El presupuesto en prevención
en 2011-2012 se ha recortado un 76% respecto
a 2008-2009
En lo que va de año se han producido
menos incendios y la superficie afectada por
las llamas es la más baja de la última
década. Sin embargo no debemos bajar
la guardia. En gran medida los buenos resultados
se deben a las condiciones meteorológicas
favorables de los primeros meses del año
y no a mejoras impulsadas desde las administraciones
públicas. Los recortes en prevención
y extinción en la mayor parte de las
autonomías pronostican un futuro negro
para los bosques y el medio rural.
Hasta el 18 de
agosto, fecha de la última actualización
de los datos oficiales que ofrece el Ministerio
de Agricultura, Alimentación y Medio
Ambiente, en 2013 se han producido en España
5.650 siniestros en los que han ardido 26.785
hectáreas, la cifra más baja en
la última década. Se trata de
un tercio de la superficie afectada en los últimos
diez años, en los que de media, durante
el mismo periodo ardieron 95.000 hectáreas,
en un total de 11.800 siniestros. El número
Grandes Incendios Forestales (GIF) ha sufrido
también una importante reducción.
De media, al año, se producen un total
de 30 GIF. Hasta la fecha, en 2013, se han producido
14.
Sin duda las
cifras son muy positivas y ofrecen una tregua
a los bosques españoles tras los devastadores
incendios de 2012, en los que ardieron 210.000
hectáreas, el peor año en varias
décadas, debido en gran medida a la intensa
sequía sufrida y a las fuertes olas de
calor veraniegas.
Sin embargo,
desde el punto de vista operativo, la actual
campaña no debe considerarse como un
éxito, ya que los buenos resultados no
pueden asociarse a mejoras impulsadas desde
las administraciones públicas. A nivel
nacional las inversiones en prevención
se han visto intensamente reducidas en los dos
últimos años. En 2011 y 2012 el
gobierno central apenas destinó 9 millones
de euros en prevención, lo que supone
una reducción del 76% respecto al presupuesto
invertido en 2008 y 2009, tal y como se recoge
en el último informe de incendios de
WWF España, “Bosques vulnerables a grandes
incendios”. A nivel autonómico, con carácter
general, los recortes han afectado tanto a las
labores de prevención como a los dispositivos
de extinción.
La mejoría
de los datos se deben en gran medida a las condiciones
meteorológicas favorables durante los
seis primeros meses del año. Las lluvias
registradas hasta el mes de julio han mantenido
una elevada humedad en el suelo, dificultando
la propagación de los fuegos. A medida
que avanza el verano, la situación se
complica porque el combustible fino ya está
completamente seco. Queda aún mucha campaña
por delante, por lo que no debemos bajar la
guardia, puesto que el riesgo existe: en apenas
una semana el fuego ha devorado el 20% de lo
quemado en todo el año.
Sin embargo,
si bien las condiciones meteorológicas
juegan un papel importante, ni el clima ni la
meteorología son las responsables del
fuego, sino la mano del hombre, responsable
del 96% de los incendios forestales. Así
puede comprobarse en los GIF sufridos este año,
debidos a imprudencias -como los incendios de
Andratx, Almorox, Ayora, Valdemorillo, Tortuero,
Tórtola de Henares y Valdeconcha- o bien
con toda la intencionalidad, como parecen apuntar
los incendios de Cualedro y Oia.
WWF recuerda
que los incendios no son ningún maleficio
y que podemos y debemos ponerles freno. Apostar
por unos bosques sanos, más resistentes
a futuros posibles impactos, que brinden nuevas
oportunidades de empleo y desarrollo rural,
sin duda está en nuestra mano. Para ello,
es preciso que las administraciones cambien
el enfoque para luchar contra ellos, equiparando
las inversiones en prevención y extinción
y abordando el problema de raíz, erradicando
aquellos que tienen un origen antrópico.
De otro modo,
los recortes en extinción y prevención
acabarán saliendo caros y nos depararán
un futuro nada halagüeño, en el
que los incendios serán cada vez más
impactantes y destructivos. La crisis económica
no puede ser excusa para recortar en la lucha
contra incendios. Aunque los costes puedan aparentar
ser altos, no deben ser considerados como gasto
sino como una inversión de futuro. No
podemos olvidar los enormes impactos que dejan
las llamas, no sólo ambientales sino
también económicos y sociales,
así como el riesgo que suponen para las
personas.
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